La fenomenal tasa de faena de hembras que se viene registrando como consecuencia del boom exportador que experimenta Argentina, comienza a generar cuestionamientos cada vez más fuertes acerca de la sustentabilidad de estos procesos.
Asimismo, desde el plano local, resulta igualmente contraproducente la inmediatez que impera en materia de políticas productivas. Un claro ejemplo de ello, fue la reducción del peso mínimo de faena de hembras o incluso, más gravoso aún, las elevadas tasas de interés que fuerzan al productor al extremo de tener que liquidar vientres para hacer frente a sus compromisos financieros.
Consecuencia de esta conjunción de factores es que actualmente nos encontramos al punto tal de tener que analizar el ‘hasta dónde’, es decir, el límite hasta el cual esta situación -claramente extractiva de vientres- es admisible sin comprometer el stock ganadero nacional de los próximos años.
Basta con realizar un simple análisis de regresión entre la variación anual del stock de hembras –vacas, vaquillonas y terneras- y la participación de estas mismas categorías en la faena total del mismo período, para comprobar objetivamente lo que de manera intuitiva todos imaginamos: mayor es el porcentaje de faena de hembras, mayor es la caía esperable en el stock final.
De acuerdo a cifras oficiales, la participación de hembras en la faena de abril ascendió al 52,4% mientras que el mismo indicador extraído de los registros del RUCA (Registro Único de Operadores de la Cadena Agroindustrial) al 13 de mayo alcanza ya un 53,4 por ciento.
Claro está que no podemos extrapolar de manera lineal el compartimiento de todo un año en función de estos primeros datos. Sin embargo, sí podríamos analizar los desvíos de cada uno de los meses respecto del promedio final de faena resultante de cada período. De este modo, asumiendo que el indicador de abril (52,4%) ya representa un muy elevado nivel de faena, analizamos cuán elevado resulta respecto de otros máximos logrados durante el mismo mes, en un período de 12 años. Así arribamos a los ciclos abril-marzo 2010/11 y 2015/16, ambos con altos niveles de faena de hembras durante Abril, que luego terminan diluyéndose en el promedio anual. Proyectando a partir de estos desvíos es que podemos asumir que el porcentaje de faena de hembras al final del ciclo 2019/20 podría resultar -como punto medio- cercano al 46,3 por ciento. Esto sin dejar de contemplar la posibilidad de arribar a un escenario aún más extremo, a juzgar por la inelasticidad que sigue mostrando China a través de sus compras.
Ahora bien, ajustándonos al análisis de regresión anterior, un porcentaje de faena del 46,3% se correspondería con una caída en el stock de hembras del 2,9% anual, lo que equivaldría a 1.125 mil cabezas. Dentro de este total, estimamos que 700 mil lo explicaría una caída en vacas, 225 mil en vaquillonas y 200 mil en terneras.
Avanzando un paso más en el análisis podríamos -en base a este escenario esperable en hembras- construir los números del stock total. Tomando como stock inicial los datos recientemente publicados a marzo 2019 y asumiendo tasas de nacimiento (62%) y mortandad (2%) esperables bajo condiciones normales, sólo resta incorporar la proyección de faena. En este punto, hemos optado por trabajar con una faena anual sin cambios respecto del ciclo anterior, aun partiendo de números negativos para los primeros meses del año. Entendemos que la demanda de exportación seguirá ejerciendo una fuerte presión de compra y que los niveles de consumo interno deberían estar ya consolidando su piso para luego mostrar una leve mejoría, acompañada por una paulatina recomposición salarial.
En suma, el stock proyectado a marzo 2020 arrojaría una leve retracción del 0,2% que llevaría el número final a 53,8 millones de cabezas. Si bien esto no deja de ser un escenario proyectado, la tendencia constituye ‘per se’ una luz de alerta que demanda inmediata atención.