La cadena de ganados y carnes está recorriendo un camino que muchos definen como “boom ganadero”, hecho que avizora un futuro claramente prometedor para el sector. Pero quienes tenemos responsabilidad de aportar análisis de mediano y largo plazo debemos mirar con mayor detenimiento algunos indicadores y advertir acerca de los límites de este crecimiento para evitar futuros errores.
En primer lugar, dentro de estos indicadores hay que prestar especial atención al ciclo ganadero, modelo de producción que por su ciclo largo conlleva casi intrínsecamente el proceso de liquidación y retención de vientres o, expresado en términos de oferta y demanda, períodos de contracción en los momentos de mejores precios y momentos de abundante oferta justamente cuando los precios no son favorables. Sería bueno desentrañar si este funcionamiento cíclico es algo irreversible o deberíamos pensar en acciones de colchón (buffer) en determinados momentos para contrarrestar los procesos aminorando sus efectos negativos y extendiendo los positivos.
Otro indicador a analizar es que la actividad ganadera inicia esta nueva perspectiva viniendo de ultratumba, es fácil imaginar procesos de crecimiento cuando uno comienza casi de la nada. Sus datos porcentuales van a mostrar interesantes tasas de crecimiento en casi todas las comparaciones, pero debemos tener claro que lo importante no es un crecimiento sin red sino un desarrollo sostenible en el tiempo. Esta será la única garantía de progreso con criterio distributivo dentro del sector.
Posiblemente el crecimiento de los animales faenados, las toneladas exportadas, y los kilos consumidos en el mercado interno derivado del comienzo de una ola exportadora, serán inicialmente resultado de la utilización de una capacidad instalada con altos niveles de ociosidad, pero que el recorrido del proceso evolutivo requerirá de nuevas inversiones. La industria frigorífica marcará una de las principales limitantes al crecimiento de la ganadería, venimos de un país que no recuerda en los últimos 10 años realización de grandes inversiones o aperturas de nuevas plantas. Solamente tenemos el reflejo de la adquisición de grupos principalmente brasileros a gran parte de la capacidad instalada de la industria exportadora nacional. Como una remake de la Argentina del 2002/03 el misterio del crecimiento acelerado en aquella época era resultado de la capacidad ociosa en la industria y la existencia de inversiones de infraestructura energética, telecomunicaciones y servicios que permitieron un rápido despegue y vuelta a la normalidad.
La necesidad de movilizar inversiones
Como una postal de la imprevisión cuando nos comimos el stock de capital acumulado y nos gastamos todo comenzaron los déficit energéticos, en telecomunicaciones, etc. Lo peor que nos puede pasar es pensar que no hay que comenzar una nueva etapa inversora en el sector y así gastarnos las joyas de la abuela encontrando rápidamente el techo.
Uno de los límites al crecimiento de la ganadería es no saber a tiempo que es necesario movilizar inversiones que acompañen el proceso de crecimiento, pari passu con la puesta en marcha de esta cadena debemos comenzar a atraer inversiones nacionales o extranjeras. Cuando uno imagina poner en marcha inversiones en un sector donde el factor limitante es el capital, la canalización de inversiones hacia una reindustrialización frigorífica conlleva trabajar para cumplir determinados paradigmas. Si nosotros siguiéramos creyendo que debe existir una división tajante entre industria exportadora y la industria consumera no habríamos aprendido nada de los años que pasaron. La sobrevivencia de la industria exportadora en sus plantas que quedaron funcionando es por haberse adaptado a la provisión del mercado interno, no solo de los cortes sobrantes sino integrando un animal completo.
Las características de la industria exportadora con sus exigencias sanitarias, cámaras frigoríficas, salas de desposte, controles de efluentes, laboratorios, poseen una clara diferenciación de los mataderos frigoríficos que abastecen habitualmente al consumo local o con tránsito federal. La primera definición como política de estado es decidir que queremos hacer: si seguir manteniendo un doble estándar sanitario e impositivo o decidimos avanzar definitivamente a una regularización de todo el sector.
Este concepto es más importante que todas las oportunidades que el mundo nos pueda dar, las inversiones llegaran si se juega definitivamente con reglas claras para todos, nadie puede decir que el objetivo es cerrar plantas o buscar la concentración, si hay algo que caracteriza a la cadena es la gran dispersión de oferentes y demandantes sin posiciones dominantes, lo cual genera un libre juego de oferta y demanda que beneficia a todos los eslabones de la cadena.
¿Hasta cuando seguiremos imaginando que el futuro de la venta al menudeo es la imagen de una media res bajándose al hombro de un trabajador? Sabemos que todos los carniceros necesitan la media res entera pero ¿Cuál es la eficiencia de un sector que hace 100 años sigue haciendo siempre lo mismo y que sólo avanzó porque las sierras, picadoras y balanzas tienen algunos componentes renovados tecnológicamente? Para entender el inicio de la faena es necesario saber cómo queremos vender la carne al final, de su forma depende que gran parte de la tarea se realice en plantas habilitadas con excelentes estándares de calidad sanitaria o, de lo contrario, sigamos repitiendo anacrónicos formatos del pasado. Argentina no puede seguir manteniendo para el consumo, que hoy es más del 90% de la faena en los centros urbanos, el mismo sistema de venta. Es entendible que las políticas globales puedan requerir adaptaciones en distintas zonas del país y en un proceso paulatino de incorporación vayan tomando nuevas requisitorias, pero pensar que en los grandes centros urbanos nacionales y provinciales todavía no debemos hacer nada es condenarnos al fracaso.
Hoy hay avances en la nueva reformulación de las tipificaciones en las carnes bovina, incorporando nuevos elementos que superan las establecidas en la década del 70 que solamente analizaban conformación y terminación, en la actualidad se incorporaron medidas de ojo de bife, marmóreo de los cortes o Ph en los cortes. Esto nos pone en sintonía con los principales países productores de carnes del mundo, obligándonos a incorporar conocimientos pero a la vez abriendo la información exacta de nuestra producción ganadera, valorando sus calidades genéticas, corporales y de terneza en el músculo. La pregunta de sentido común es si vamos a realizar estas modificaciones que nos permitirán adelantarnos 50 años o si seguiremos sin los controles sanitarios e impositivos manteniendo importantes sectores ajenos a cualquier normativa.
Los límites al crecimiento
Desde esta parte de la producción ya encontramos dos limitantes al crecimiento en forma sostenible, en primer lugar la necesidad de contar estratégicamente con capitales dispuestos a participar en la reconstrucción industrial del sector, y en segundo lugar la limitación principal para que lo anterior ocurra que es resolver definitivamente en un proceso de mediano plazo el doble estándar impositivo y sanitario, la primera limitante es una condición necesaria pero sin la segunda no es suficiente, allí está la madre de todas las batallas: decidirse a ser una cadena seria y responsable.
La tercera limitante a nuestro crecimiento sostenido es la aplicación universal de las mejores prácticas en toda la cadena ganadera transmitiendo en forma generalizada los conocimientos en cría, reproducción, destetes, pasturas y engorde. Definitivamente debe ser una política de Estado las acciones sobre el stock ganadero unificando acciones sanitarias y productivas, utilizando todo el servicio de los organismos autárquicos del Estado como el INTA y SENASA en una acción coordinada y por objetivos de cumplimientos no solo cuantitativos sino preferencialmente cualitativos. Tener los mismos indicadores de preñez de hace más de medio siglo es una vergüenza, como contrasentido tenemos la ventaja de tener el rodeo británico más grande del mundo con una genética excepcional que nos posiciona como el proveedor de calidad mundial por excelencia.
La cuarta limitante que constituye la razón de ser de todo proceso productivo está asentada en la apropiación de la renta en toda la cadena, haberla dejado para el final no es una capite diminutio sino la posibilidad de poder poner blanco sobre negro en gran parte de nuestras inconsistencias. Nuestro país no puede convivir con la suma de los reclamos pero nunca se sabe quién se queda con la diferencia, no hay sector productivo de bienes agropecuarios y especialmente los regionales que no esté cruzado por esta dicotomía: leche, peras, manzanas, aceitunas, algodón, carne, etc. Todos ellos parecieran convivir con la maldición de que quien los produce es el que menos gana a punto tal que en muchos casos trabaja a pérdida comiéndose el capital. Si en la era de la información y el conocimiento no somos capaces de poder desagregar cada eslabón y ver quienes maximizan su utilidad a costa de otros no tendremos futuro, un país con grandes altibajos y crisis sucesivas genera actitudes de falsa protección siempre de la mano de los sectores dominantes en la cadena que obtienen grandes rentas coyunturales que seguramente no son sostenibles en el tiempo. La distribución en sus distintos formatos ha sido la gran beneficiada de este proceso de desestructuración productiva del país, quienes estamos en la cadena de la carne lo sabemos con creces, ya que tuvimos grandes perdedores y pocos ganadores.
En los momentos en los que todo parece fluir beneficiosamente es cuando más debemos preguntarnos por las cosas que debemos corregir, nunca es bueno esconder las ineficiencias y la falta de competitividad, debemos ser responsables de aprender de esta crisis que se llevó gran parte de sus actores para no repetir los mismos errores de los últimos 60 años. Si perder 120 frigoríficos, más de 15.000 empleos y 10 millones de cabezas no nos hace reflexionar que algo debemos cambiar no habremos aprendido nada, haciendo lo mismo seguiremos siendo un país de grandes individualidades pero de tremendos fracasos colectivos.
Este artículo fue escrito por el director Ejecutivo de Rosgan, Lic. Raúl Milano.